No, no trata de decir adiós al agua y el jabón en pleno verano. Pero los expertos aseguran que no es lo mismo limpio que estéril y la obsesión por la higiene se cobra un precio en la piel y en el resto del cuerpo.
Nos hemos pasado la vida matando microbios. Ese afán germicida remitió un poco cuando supimos que las bacterias probióticas ayudan a mantener en equilibrio el microbioma intestinal. Hoy sabemos que una población microbiana intestinal con la suficiente diversidad y en equilibrio mejora la respuesta inmunitaria y reduce el riesgo de enfermedades. Y que, en cambio, la alteración de ese equilibrio aumenta el riesgo de obesidad, asma, alergias, enfermedad cardiovascular, enfermedad inflamatoria intestinal, depresión…
Pero por interesante que sea el microbioma intestinal, del que más se habla ahora mismo es del de la piel, esa población de bacterias, virus, hongos y otros microorganismos que habita el órgano más grande de nuestro cuerpo. Y lo que nos están diciendo los expertos es que las duchas frecuentes y, aún más, el empleo de champús, geles y jabones con detergentes, no solo eliminan el manto hidrolipídico de la piel (una combinación de grasas y agua), sino que destruyen ese film biológico e invisible que la protege.
El problema es que ninguno de los estudios que han comprobado los efectos perniciosos de las duchas frecuentes aclara cuántas podemos darnos a la semana sin atentar contra nuestra piel ni acabar oliendo mal. Como pauta, expertos de la Academia Española de Dermatología y Venereología dan algunas recomendaciones:
Consejos:
- Evita las duchas largas (no más de cinco minutos).
- Utiliza agua templada.
- Opta por usar productos no agresivos y que respeten el manto ácido de la piel.
- Si te duchas más de una vez al día, procura que sea una ducha breve, y solo con agua.
¿Y qué pasa si no me ducho?
Que el exceso de higiene no es bueno nos lo dicen los dermatólogos desde hace tiempo y lo corroboró un reciente estudio de la Universidad de Nueva York, que vio cómo los indios yanomami de la cuenca venezolana del Amazonas tenían un microbioma mucho más robusto que el de los aseados habitantes de los países desarrollados. “Su microbioma tenía el doble de diversidad que el nuestro y eran individuos excepcionalmente sanos“, explica la antropóloga Mª Gloria Domínguez Bello, profesora en dicha universidad y que investiga la relación entre microbioma y estilos de vida tradicionales y modernos.
¿Y qué hacemos con el olor corporal? Eso mismo se preguntó James Hamblin, periodista de la revista The Atlantic. Su conclusión es que “el mal olor se debe, sobre todo, al empleo de jabones y geles“. Lo contó en un artículo en el que afirmaba que llevaba meses sin ducharse. “Pasado un tiempo, mi ecosistema epidérmico alcanzó la estabilidad y dejé de oler mal. No estoy diciendo que olía a rosas; simplemente, olía a persona“, confesó.
Protege el microbioma de tu piel
- Vive, sobre todo, en los pliegues y las glándulas sebáceas, y el exceso de higiene afecta a la población de estos microorganismos, lo que puede dar lugar a erupciones. “El rol de la piel es protegernos de gérmenes, tóxicos o radiaciones y el microbioma modula esa respuesta”, explica el dr. Vincent Pedre, autor del best seller Happy Gut (Intestino feliz). Tanto es así, que hoy se estudia la bacteria staph epidermidis como tratamiento de enfermedades cutáneas inmunitarias, como la psoriasis. Para protegerlo, recomienda:
- Usar antibióticos solo si son totalmente necesarios.
- No abusar de las duchas.
- Consumir alimentos ricos en prebióticos (fibra vegetal que favorece el crecimiento de bacterias saludables) y probióticos (alimentos y suplementos con bacterias beneficiosas).
- Reducir el consumo de azúcar. “Las dietas ricas en azúcares favorecen el crecimiento de levaduras que predisponen la aparición de eccema”.
- + Info: ww.happygutlife.com
David Whitlock, empleado de la empresa AOBiome, le supera: lleva 12 años sin ducharse, aunque se rocía a diario con un líquido inodoro e incoloro que ha desarrollado y que contiene nitrosomonas, es decir, bacterias comedoras del amoniaco presente en el sudor. “El problema es que la mayoría de la gente confunde limpio con estéril“, afirma.
La periodista del New York Times Julia Scott quiso también ver qué pasaba si no se duchaba durante un mes y se rociaba con el spray de Whitlock. Al cabo de esas semanas comprobó que no olía mal y que su piel había mejorado. Con todo y con eso, la ducha le resultó demasiado tentadora. ¿Su decisión? “Tiré todos mis champús y geles a la basura, me compré una pastilla de jabón y un champú con ingredientes naturales no agresivos y disfruté de una larga ducha, con la esperanza de que mi microbioma no me abandonara”.
El precio de las cesáreas
Los primeros microbios que recibe un recién nacido proceden de los fluidos vaginales de la madre. En cambio, los bebés que nacen por cesárea no los reciben. El problema es que, durante esos primeros días de vida, el sistema inmunológico del bebé se comunica con esos microbios y “aprende” que no debe atacar a las bacterias saludables.
Por otra parte, los antibióticos que recibe la madre en el parto también tienen consecuencias negativas. Como indica un estudio de la Universidad de California, “esos medicamentos limitan la cantidad y tipos de bacterias que el sistema inmunitario adaptativo del bebé puede identificar y aumenta el riesgo de padecer en el futuro problemas autoinmunes e inflamatorios“.
Dicho de otro modo, si el sistema inmunitario del recién nacido pierde esa ventana de oportunidad, le será difícil o imposible reproducirla en la edad adulta.
Fuente mujerhoy.com
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