Me he enterado, gracias a un artículo publicado hoy mismo en el Chemical Engineering News y firmado por su corresponsal en Berlín, Sarah Everts, de la existencia de un interesante proyecto (The Making and Knowing Project), lanzado el pasado setiembre en la americana Columbia University, destinado a transcribir, traducir y reproducir las recetas de un manuscrito que se conserva en la Biblioteca Nacional francesa. Conocido en la jerga de la Biblioteca como Mr. Fr. 604, es una obra anónima, abigarrada de texto y notas al margen, que describe una serie de recetas para producir pinturas, barnices, fabricar monedas, piezas de joyería, tratar de reproducir el coral, etc. Si queréis ver información sobre el proyecto e incluso navegar en la versión digitalizada del manuscrito, podéis pinchar aquí.
El explicar ese proyecto le sirve a Sarah Everts para construir un magnífico artículo, basado también en otras experiencias similares, en el que da cuenta de los, hoy por hoy, contados intentos de una serie de científicos e historiadores de la Ciencia, tratando de reproducir antiguas recetas de ese precedente de la Química, la Medicina y otras Ciencias que conocemos como Alquimia. Asentada en la búsqueda de algo que hoy identificaríamos como magia o pseudociencia (la famosa piedra filosofal que convertiría metales en oro y plata o nos proporcionaría elelixir de la vida, que nos curaría de todos los males o nos haría inmortales), lo cierto es que los libros de Alquimia contienen material muy interesante que hoy se está tratando de redescubrir. Y que evidencia que, como dice uno de los científicos mencionados en el artículo, no todos los antiguos y premodernos eran estúpidos sino más bien al contrario, si no se pierde de vista el contexto en el que realizaron su obra.
El artículo contiene ejemplos dignos de reseñar sobre las dificultades de este tipo de recreaciones. Como el llevado a cabo por un químico e historiador de la Johns Hopkins University, quien trataba de reproducir una receta para hacer un vidrio de antimonio que, según un tratado de Alquimia, tenía propiedades curativas. El autor del manuscrito aseguraba además que la receta era muy fácil de llevar a cabo. El moderno científico, sin embargo, no lo consiguió en numerosos intentos, hasta que se dió cuenta que su materia prima era un mineral de antimonio (la antimonita, en principio la misma que la de la receta), pero que no provenía de la misma zona geográfica que la de la empleada por el autor del manuscrito. En esa zona, la antimonita contiene siempre hasta un 3% de sílice que su materia prima no tenía. Cuando adicionó ese porcentaje de sílice, el cristal de antimonio salía siempre perfecto.
O como el estudio llevado a cabo por un Grupo francés, tratando de recrear una antigua receta romana para teñir el pelo. La receta original partía de óxido de plomo y cal pero en contacto con la queratina del pelo, algunos de cuyos aminoácidos contienen azufre, produce sulfuro de plomo que es el causante del color negro. Curiosamente, un conocido tinte de nuestros días, llamado Grecian, también usaba plomo para teñir el pelo. Pero los investigadores franceses llegaron más allá. Tal y como describen en un artículo publicado por la revista Nano Letters en 2006, estudios microscópicos realizados, tras seguir la receta romana, evidenciaron que ese sulfuro de plomo se deposita sobre el pelo en forma de nanocristales!!!!!!. Nanociencia y Nanotecnología en la época romana y nosotros sin enterarnos.
Los ejemplos que acabo de describir son solo una muestra de los contenidos en el artículo, que desconozco por cuanto tiempo pero que, por ahora, podéis leer aquí.
Aca puedes ver el manusthttps://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b10500001g.swf.f1.langEN
Fuente: El Blog del Búho